Recuerdo un slogan tontorrón de hace mucho tiempo, uno de esos que se ven en las manifestacions en contra de acontecimientos que no procede aplaudir. Rezaba así: "No hay nada que celebrar". Y es cierto, en general no hay nada que celebrar, pero no nos pongamos crípticos, hay cosas por las que vale la pena un brindis: amores que aparecen cuando menos lo esperas, novelas maravillosas que salen a la venta, discos que aparecen justo cuando los esperabas, cenas inolvidables, reuniones con amigos. En tres meses se cumplirá el décimo aniversario de la muerte de mi padre. ¿Celebrar la muerte? En todo caso lamentarse de la pérdida, ¿no? ¿Por qué demonios se celebran las muertes? Las fechas que deben recordarse son las que dieron nacimientos de personas que queremos, no las que finalizaron con sus vidas. Sé que me llamará alguien de la familia y no hará falta. Sé que estaré triste y tampoco hará falta. No hay nada que celebrar y ahora mismo me pongo aquella canción.
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Celebrar la muerte, no. Si acaso, las fechas sirven para celebrar la vida de los que fueron importantes para nosotros. Recordarlos y que su recuerdo perdure.
ResponderEliminarLlevas razón, lectora Rius.
ResponderEliminarSaludos.