EL ALMANAQUE DE MI PADRE



Un pasado debe ser tan familiar que se lo pueda revivir mecánicamente y tan inesperado que nos sorprenda cada vez que volvamos a él: entonces es apto para la fantasía
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Cesare Pavese










jueves, 25 de agosto de 2011

Super 8





Sentada frente al proyector, la familia permanecía en silencio durante varias horas. Teníamos pocas películas, y la mayoría eran promocionales (con lo que se cortaban a los diez o quince minutos y te dejaban con la miel en la boca) o recopilaciones de dibujos animados que habíamos repasado cientos de veces (Speedy Gonzalez, Bugs Bunny, La Pantera Rosa). Lo mejor era cuando papá proyectaba algo que él mismo había filmado con su cámara Súper 8. El proyector no tenía audio, así que nunca pudimos escuchar nada. Eso le confería todavía más encanto. Verte a ti mismo correr por el bosque, admirar -porque era admiración- a tus padres riendo entre copas y besos, los abuelos, algún cumpleaños, algunos amigos, puestas de sol inigualables, baños en la playa, excursiones al zoo y un largo etcétera.
¿Cuánto de ficción hay en una grabación casera familiar?
Uno nunca es uno mismo cuando le filman, ¿verdad? ¿O sí?
Recuerdo que a medida que nos hacíamos mayores y las rencillas familiares aumentaban, alguien lloraba. En plena proyección, sí. En silencio, sollozando, pero lloraba. Y se notaba, y el ambiente se cargaba de tal manera que nadie se atrevía a mover un dedo. Y mi padre, tras la privilegiada posición desde el proyector, observaba toda la escena con cautela, o con pavor. Nunca lo sabré porque no me atreví a girarme y verle la cara. Quizá la tenía igual de compungida que el resto de la familia, quién sabe.
En breve voy a poder pasar todas esas filmaciones de Súper 8 a formato digital, con lo que escucharé por primera vez en mi vida las voces de mi familia, de mi mismo. Glups.



lunes, 8 de agosto de 2011

¡¡Odín!!

Teníamos un "saludo secreto" con mi padre, copiado de la película "Los Vikingos", de Richard Fleischer y con un inconmensurable Kirk Douglas (probablemente el actor favorito de mi padre). Bueno, "secreto" es un decir, porque lo conocía todo el mundo, pero digamos que era nuestro código para "special ocasions". Si estábamos en el balcón esperando a que mi padre llegara del trabajo y lo veíamos girar la esquina, silbábamos la melodía de la película. Sólo el primer trozo, una imitación de cuerno vikingo que en seguida se veía correspondida por la respuesta de mi padre doscientos metros más allá. Nos quedábamos tranquilos, avisábamos a mi madre y preparábamos alguna tontería para recibir a mi padre en la puerta de casa (que si los deberes, que si un juguete, lo que fuera). Lo mejor era cuando volvíamos al balcón nerviosos porque tardaba mucho en subir la calle y, a muy pocos metros ya de casa, no silbábamos la melodía de la película sino que gritábamos a pierna suelta: "¡¡Odín!!", en clara referencia a Ernst Borgnine o el mismo Kirk Douglas. Papá contestaba "¡¡Odín!!" y todos contentos. También recuerdo jugar bastante con mi hermano, imitando escenas de este film. Yo siempre quería ser "el malo" de la película, no me importaba morir a manos de mi hermano, de hecho me encantaba verle ganar, ver cómo me insertaba la puñalada final, etc...
Mi padre nos llegó a fabricar (ahora pienso en lo peligroso de todo ello) varias espadas de madera. Era madera ligera, pero hacía daño se pegabas con saña. Y los niños pegan con saña cuando juegan a vikingos, piratas o espadachines de la corte francesa. Más de una vez tuvimos golpes serios en las manos, golpes que escondíamos por miedo a que mi madre nos quitara las espadas, cosa que pasó en numerosas ocasiones. A veces pienso que mi padre era como un niño grande, enormemente feliz de jugar con sus hijos emulando las películas que él mismo había visto de pequeño y luego revisionaba con nosotros. Si podía hacernos unas espadas de madera que replicasen casi a la perfección las de las películas, las hacía con extrema fidelidad. Si tenía que disfrazarse de Capitán Garfio lo hacía.