EL ALMANAQUE DE MI PADRE



Un pasado debe ser tan familiar que se lo pueda revivir mecánicamente y tan inesperado que nos sorprenda cada vez que volvamos a él: entonces es apto para la fantasía
.
Cesare Pavese










lunes, 31 de mayo de 2010

domingo, 30 de mayo de 2010


Me hubiera gustado compartir muchas más cosas con mi padre. Durante el tiempo de nuestro reencuentro comenzó un goteo de confesiones y acercamientos varios, intentando reestablecer una relación oxidada por…por…por terceras personas y por la distorsión de lo que yo he decidido llamar “la historia verdadera”.

sábado, 29 de mayo de 2010

Mi padre era un hombre de barra fija. Lo que llamo un “hombre tranquilo”. Creo que en el fondo soy bastante parecido, aunque puedo parecer distinto a ojos de los demás (soy un tipo nervioso, me muevo rápido, me canso rápido). Incido de nuevo en el destino genético. La edad me acerca a él por caminos que no imaginaba jamás.

miércoles, 26 de mayo de 2010

Es algo después cuando uno empieza a darse cuenta de la inutilidad de alejarse de aquello que lleva en los genes. Pretender ocultar un carácter, intentar socavar una actitud, demoler unos tics. Todos hemos querido evitar parecernos a nuestros progenitores en algún momento. Pobres ingenuos. Lo que está en la sangre, permanece.

Libros que uno lee cuando cree que odia -y no tiene la más mínima posibilidad- a sus padres, a ambos o por separado:

“Carta al padre”, de Franz Kafka
“Pierre o las ambigüedades”, de Herman Melville
“Hamlet”, de un tal William
“Tú llevas mi nombre”, de Norbert y Stephan Lebert
“Te joden vivo”, de Oliver James
“Vida de este chico”, Tobias Wolff
Toda la obra de Patrick Modiano
“Solo en el mundo”, Hisham Matar
“El extranjero”, de Albert Camus
“El libro de mi padre”, de Urs Widmer
“Fun Home”, de Alison Bechdel
“Al almanaque de mi padre” y casi toda la obra de Jiro Taniguchi
Y muchos más que ya saldrán.

sábado, 15 de mayo de 2010

Una mezcla de olor a tinta china y tabaco, con toques de colonia familiar. Ése es el olor que recuerdo de mi padre cuando llegaba a casa y me daba dos besos. Mi padre era delineante técnico, una profesión que ahora vendría a ser como "creativo" o algo así (?). Se sentaba en su escritorio -tanto el de la oficina como el de casa- y se inclinaba mucho, casi pegado a la hoja en blanco, para dibujar y dibujar, algo que además de hacer bien le relajaba. Ver a mi padre en su escritorio es una imagen que no se me borrará jamás. Un trabajo manual, silencioso, casi zen y muy muy solitario.


Mi padre en su oficina (es el más a la derecha). Ciertamente se inclinaba mucho para dibujar.

miércoles, 12 de mayo de 2010

Es curioso cómo la vida te guiña el ojo.
Las siglas de mi padre son R.B.A., y esas son las siglas de la empresa donde trabajé tres años ciertamente extraños emocionalmente. Tres años después de su muerte. Luego me entero que el primer cliente de mi padre vivía en la misma calle donde vivo ahora mismo. Una calle a la que mi padre le tenía un especial cariño, por aquello de la suerte y tal.
Pero esto es sólo el principio, claro. Si empiezo a rascar, aparecen coincidencias, puntos de unión y nexos varios que otro día comentaré.

lunes, 10 de mayo de 2010

martes, 4 de mayo de 2010


A mi padre le gustaba sentarse en lugares poco habituales, y yo he cogido esa costumbre.
Recuerdo verlo incluso estirado en el suelo de casa, en verano -aquellos veranos de los años ochenta- relajado, pensando en las musarañas (esta expresión es muy de mi padre). Yo le preguntaba por el motivo de su postura y él decía:
"En el suelo se está muy cómodo. Pruébalo. Se piensa mejor".
Y a día de hoy sigo replicando este acto, en verano o invierno, da igual. Me gusta.